3 ropes

Tramas y personajes bien definidos convergen en una realidad alternativa encerrada en tres cuerdas elásticas por cada lado que conforman el cuadrilátero. La escena de la lucha libre en Quito padece de una marginalidad aparente pero la verdad está escondida y es un micromundo con código propio.

Tramas y personajes bien definidos convergen en una realidad alternativa encerrada en tres cuerdas elásticas por cada lado que conforman el cuadrilátero. En una batalla de emociones y espectáculo, en el que devienen el heroísmo y el drama popular, dos gladiadores se enfrentan entre temerarias acrobacias, gritos y arriesgadas hazañas físicas. En esa dialéctica titánica, vuelven a medirse el bien y el mal, idealizados una vez más desde dos esquinas. El teórico Roland Barthes, en su libro ensayo 'Mythologies', se refiere tanto a los espectadores como al espectáculo. Respecto de los primeros, afirma que se dejan llevar por una puesta en escena en la cual son abolidos todos los motivos y las consecuencias, el espectador, por ende, entra en un mundo en donde “lo que importa no es lo que piensa, sino lo que ve” (Barthes, 1973). Igualmente, quien se entrega a este espectáculo no busca crear una elaborada escena, más bien entregar al público la imagen cruda de ciertas pasiones. Por lo tanto, en la lucha, los contendientes deben realizar yuxtaposiciones inmediatas de las acciones, que no requieran gran nivel de interpretación.

La escena de la lucha libre en Quito padece de una marginalidad aparente pero en algún momento tuve la oportunidad de encontrarme con este deporte – espectáculo y aproveché para convertirme en mitad espectador y mitad personaje y entender así lo que el espectador ve y quiere ver. También me contagié con el accionar del personaje que busca cumplir con las expectativas del público, con una intención de ganar y convencernos a todos de que sus movimientos eran los que esperábamos de él.